Se invita a participar de la charla sobre la puesta en escena de la ópera El Cónsul, de Gian Carlo Menotti, en diálogo con Rubén Szuchmacher. La misma se desarrollará el día 27 de agosto a las 19hs en el Consejo Académico. Será una actividad abierta a toda la comunidad y se transmitirá en vivo por el canal YouTube de la Facultad de Arte
Dirección musical Marcelo Ayub. Dirección de escena Rubén Szuchmacher. Dramaturgia Lautaro Vilo. Escenografía y vestuario Jorge Ferrari. Iluminación Gonzalo Córdova. Coreografía Marina Svartzma.n. Coach de magia Pablo Kusnetzoff. Asistente de dirección musical Felipe Delsart. Asistente de dirección de escena Florencia Ayos. Asistente de Escenografía y Vestuario Florencia Tutusaus. Orquesta Estable del Teatro Colón
Sinopsis
La ópera del siglo XX mantuvo una relación conflictiva con uno de sus principios esenciales: el espectáculo. Puede pensarse que Mauricio Kagel, Karlheinz Stockhausen o John Cage diseñaron lenguajes que tuvieron la escena en una alta consideración pero, claramente, era una escena opuesta a la tradición. Shostakovich o Britten, en cambio, jugaron a favor del aprovechamiento contemporáneo de las convenciones consagradas. Uno de quienes mejor ha encarnado esa tendencia es Gian Carlo Menotti. Nacido en Italia pero afincado en los Estados Unidos, sus óperas funcionan como explicitación de una manera muy norteamericana del arte: eclecticismo, un sentido dramático à la Arthur Miller y la licitud de los golpes de efecto. Y si los espectáculos escénicos de John Cage pueden asimilarse con el Village, los de Menotti se corresponden con la avenida Broadway. El Cónsul, estrenada en 1950 en Filadelfia y con una prolongada segunda vida, precisamente, en Broadway, derivó en un Premio Pullitzer y en la tapa de la revista Time. El libreto, escrito por el propio Menotti (como en todas sus obras para la escena), refería directamente a una temática que la Segunda Guerra Mundial y la Guerra Fría pusieron en el primer plano. La mujer de un líder de la oposición, perseguido por la policía secreta de un país innombrado, trata de conseguir en un consulado la visa para poder salir al extranjero. El cónsul del título jamás aparece pero, en cambio, una secretaria pide una y otra vez papeles distintos, cuestionarios y trámites a la desventurada Magda Sorel y a una suerte de corte de los milagros que acude cada día a las oficinas. Con un lenguaje situado entre Kafka, el expresionismo y algún toque de surrealismo, El Cónsul excede ampliamente la referencia a los regímenes de la égida soviética en los años cincuenta y se erige en una reflexión humanista acerca de cualquier clase de totalitarismo.