Conversamos con el actor, director, regisseur, docente y referente teatral Rubén Szuchmacher, que pasó por la Facultad de Arte dictando el Seminario-Taller: Producción y Montaje Teatral II, en el marco de la Maestría en Teatro -Mención Dirección Escénica -.

En un diálogo ameno y distendido, nos contó sus impresiones sobre la formación artística, fuera de la grandes ciudades, sobre cómo se siente en su rol docente y cómo sus experiencias son significativas para reflexionar sobre lo teatral. También compartió su mirada sobre el teatro independiente y su vinculo con la comunidad.

La entrevista se llevó a cabo el miércoles 14 de septiembre en las instalaciones del Teatro de la Confraternidad, lugar donde se desarrolló el seminario.

-Se agradece al Municipio de Tandil por la colaboración en brindar sus instalaciones-


Antes que nada, nos gustaría saber qué opinas respecto de una Maestría en Teatro que es impulsada en una ciudad media, como es Tandil.

A mi me parece que toda instancia formativa está muy bien, y sobre todo si está afuera de los centros más activos, como Buenos Aires, Córdoba, Mendoza, que son capitales. Por eso mismo, que una Maestría se haga en Tandil me parece verdaderamente importante.

Lo que también me parece muy interesante es que a diferencia de lo que sucede en las grandes ciudades, aquí se produce un encuentro de gente de diferentes lugares del país, con una diversidad mucho mayor que la que uno puede encontrar en Buenos Aires, paradójicamente. Como si Buenos Aires se auto abasteciera en términos de cantidad de gente, en cambio aquí la mayoría de las personas provienen de lugares muy diversos y eso enriquece mucho más la reflexión sobre lo teatral.  


¿Cómo transcurre la experiencia del Seminario-Taller de Producción y Montaje Teatral que estás dictando, que inició el lunes 12 y finaliza el viernes 16 de septiembre?

Esta es una de la primeras salidas fuera de Buenos Aires, después de la pandemia, y eso marca muchísimo el estado de las cosas. Todavía no puedo sacar grandes conclusiones, me faltan unos días de seminario, pero lo que veo es una enorme inquietud de los/as participantes respecto de cómo poder pensar lo teatral. Como si la pandemia hubiera bajado los decibeles de una carrera sin frenos. El parar un tiempo, refugiarse en las casas, pensar cosas a través de otras tecnologías, hizo que encuentre en este grupo una actitud más reflexiva que la que pude tener cuando vine en el 2016. Antes la gente estaba más desbordada, ahora aparece algo mucho más centrado en la reflexión. Esto es lo que estoy percibiendo.

Estoy trabajando en un grupo muy heterogéneo, con experiencias muy diferentes. Cosas similares que digo, en aquel momento impactaban de una manera y ahora tengo la sensación que resuenan diferentes, más sentidas, más reflexivas. A mí también me pasó la pandemia.


¿Qué desafíos te plantea la docencia luego de tu larga trayectoria como artista?

Llegué a una edad en la que, a pesar de que estoy aprendiendo cosas nuevas todo el tiempo y trato de saber más -por ejemplo, ahora estoy estudiando un seminario sobre propiedad intelectual y en pandemia estudié mucho ruso-, me pasa que como docente tengo una enorme tranquilidad de que estoy hablando desde mi experiencia y no tengo que responder a ninguna moda académica, ni a pensamientos establecidos previamente, mi única razón es la obra. Al mismo tiempo, estoy produciendo mucho y entonces lo mejor que puedo aportar en términos de ‘pensar el arte’ es contar experiencias que son la base de reflexiones teóricas. Si hablamos de un determinado pensamiento, lo puedo sostener desde la experiencia que tuve en relación a una obra. Ejemplo, si digo que hay actores que con su actuación desmienten la escenografía, y me preguntan, “¿cómo una actuación pude desmentir un tipo de mueble?”… y termino compartiendo una anécdota de algo que me pasó en una obra que había hecho.   

La experiencia personal es muy importante y es un punto de transmisión que los/as estudiantes tienden a valorar porque le dan peso a la palabra. Porque, además, la obra está ahí, no es una entelequia, no es una abstracción por la abstracción misma. No hablamos de matemáticas que es abstracción y está fenómeno que así lo sea. Hablamos de cosas tangibles, materiales, y todos sabemos que nuestras disciplinas son propensas al verso, a la guitarra y a la lira. Hablamos y nos gusta versear bastante. Pero el (mal)verso se acaba cuando está la obra en concreto, que sucedió en determinado momento, en determinado teatro, y en donde pasaron determinadas cosas.

Cada vez estoy más seguro de que tengo que ir por el camino de transmitir mi experiencia y que eso puede ayudar a los/as estudiantes a tratar de entender cómo puede ser su propia experiencia, y alejarme de un pensamiento cosificado.

Yo sé de lo que quiero hablar, pero luego soy un gran jugador. Yo llego a la clase, miro las caras y ahí arranco. La clase también me la va llevando el mismo grupo, con sus preguntas, inquietudes, y en este seminario en particular me encontré en varios momentos diciendo “esto se lo debería responder después, pero lo digo ahora´” y que bueno que pueda desarmar mi propio material y lo pueda volver a armar para que se vuelva comprensible. 


Rubén Szuchmacher es un maestro del teatro, ¿cómo te llevas con esa idea a la hora de compartir conocimientos?

Yo soy una persona que rescato algunos maestros, tuve una maestra que fue de la danza, no del teatro. Porque fue la que más me ayudó a poner nombre a las cosas. Una sabia que transmitió lo mejor que ella estudió, con otros. Fue Ana Itelman, a la cual del dediqué un libro.

Pero en general, desconfío de los saberes fundamentalistas, me pasó ahora con la muerte de Peter Brook, un referente muy importante cuando yo era joven, cuando salió ‘El espacio vacío’, y después con el tiempo me pareció que sí era un referente porque nunca se puso del lado de la certeza, tuvo la posibilidad de cambiar la posición y  cambiar de planteo artístico.

Me interesan las personas que pueden mutar su pensamiento, contrario a un pensamiento único. Yo no practico en mis obras pensamientos estrictos, y no  se los exijo a los demás. Como dije en un determinado momento del seminario, “para mí la palabra fundamental en el teatro es depende”.  Depende de tantas circunstancias, que no podría decir algo por sí mismo. “¿Pondrías una escalera arriba del escenario?” No sé, depende de la obra, de las circunstancias, de la ciudad. Entonces el pensamiento dogmático me aburre, me da bronca, no me deja pensar.

En las expresiones menos acertadas de repente hay una genialidad, entonces uno tiene que estar todo el tiempo muy alerta, pero a la vez ser riguroso. No hay que cerrarse. El teatro es enorme diversidad. Una vez un maquillador andaluz de Imanol Arias en una película me dijo “hay que ser muy estricto, Szuchmacher”.  Y hay que ser riguroso, obsesivo, pero antes que eso las cosas tienen que circular.                 


Sabemos que te importa mucho el vínculo obra-espectadores, ¿cómo lo analizas desde el teatro independiente?

En general, hay una especie de separación entre el teatro independiente y la población. Por algo después la gente elige ir a ver a cómicos que vio en la tele, aquí en Tandil hay mucho stand-up. Y eso tiene que ver, en relación al teatro independiente, con que históricamente se marginalizaron. Les cuesta establecer un vínculo con la población. Tienen que romper con los prejuicios. Quizás las obras que hacen, no son las que deberían hacer para generar un vínculo. Y no por eso tienen que hacer obras horribles.

Tienen que hacer obras que permitan crecer juntos. Los artistas de ciudades más pequeñas, no tienen sistemas industriales como Buenos Aires que tiene la televisión, el cine que sostienen al mismo sistema, además de vivir en una centralidad teatral, por este país unitario horrendo que tenemos.

Entonces, mi recomendación es preguntarse ¿Por qué no se pueden obras clásicas? Y no la versión que se te ocurrió, que dura 45 minutos y nadie entiende nada. Hacer una buena versión de Shakespeare, pero sin tocarla tanto. Estoy seguro que haciendo eso, tenes una gran cantidad de público con ganas de ir a verte, con una obra de calidad. Pero hacer algo que te gusta solo a vos, y a tus 5 amigos…el problema no es cómo hacemos para que la gente llegue al teatro, el problema es cómo hacemos para que la gente vuelva. Sobre eso hay que trabajar.

Una vez trabajé en el NEA, en un taller del INT, recuerdo que proponía entre los participantes que tomen a Macbeth y hagan su traducción al guaraní, con una adaptación más corta y que la hagan con actores que hablen guaraní. Me miraron como a un loco. La cantidad de gente que habla guaraní, y podría conocer esa historia, que no sería ya la historia de Shakespeare, si no la de un tipo que se quería quedar con todo el poder, pero en guaraní. Sabes qué fuerte podría ser eso. Hay que pensar en los imaginarios locales. El artista de teatro tiene que pensar en relación a su comunidad.

Hoy decía, el lugar donde mejor me siento dirigiendo y haciendo teatro es en Buenos Aires, y no porque no tenga oportunidades en otros lugares, pero sin embargo donde mejor entiendo es ahí, hasta te diría en mi barrio. Entrar en una relación simpática entre la escena y el espectador.

Mi consejo al teatro independiente, acérquense más a ese espectador que no conocen. Ofrezcan algo a ese espectador que le provoque el interés de ver, aunque no lo sepa. Que lo descubra y que vuelva.