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Manuel Romero fue un hombre del espectáculo y un arquetipo del porteñismo, precisamente cuando este se definía en los años veinte.
No debe extrañar, pues, que del periodismo evolucionara al sainete y luego, como libretista o director, se convirtiera en un artífice de la revista, a la cual le dio esplendor, chispazos de actualidad y grandes figuras. Todo hacía presentir al hombre de cine que surgiría en los primeros años del film sonoro. Otro fenómeno concurriría: el apogeo del tango cantado. No debe olvidarse que Romero fue un prolífico y excelente letrista de tango y que también estuvo vinculado a los comienzos de Carlos Gardel en el cine de habla española que se filmaba en Francia.
Andrés Insaurralde, consecuente investigador, analiza el estilo de Romero y su época.