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Para sorpresa de muchos, Eliseo Subiela se reveló de la noche a la mañana un director distinto, subjetivo, de intransferible mundo propio.
En largo lapso un cine de intrincadas instancias psicológicas y metafísicas no trascendía en la pantalla local. Menos, tal vez, en inquietante relación conceptual con la literatura, a la vista, en su caso, Oliverio Girondo y Roberto Arlt.
Venía Subiela de un largo trajinar, desde la poética de Leonardo Favio a la visión rasante de Armando Bo, sin excluir el ejercicio publicitario. Cuando se atrevió al largometraje con La conquista del paraíso apuntó aptitudes infrecuentes por encima de reparos al debutante. Hombre mirando al Sudeste, con repercusión internacional, lo afirmó. Y siguieron Últimas imágenes del naufragio y El lado oscuro del corazón, erizadas de dificultades, suscitando el análisis no convencional.
Eliseo Subiela es hoy un cineasta en la mira de un nuevo público y de una nueva crítica. El análisis de su obra por Paraná Sendrós no resulta casual.