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Francés de nacimiento y de influencias europeas en su filmografía, Daniel Tinayre desplegó diversas actividades artísticas pero se definió tempranamente por el cine. Su carrera es paralela al desarrollo de la pantalla sonora desde los comienzos legendarios de los estudios de Joinville (Francia) hasta el cine argentino en sus distintas épocas.
Director de grandes éxitos a pesar de sus polémicas con la crítica, ésta nunca le retaceó el elogio en cuanto a su dominio del lenguaje visual y, en general, de la técnica fílmica. Su prodigalidad en distintos géneros no disimula su preferencia por la intriga (A sangre fría), el grotesco (Mateo), la comedia (La vendedora de fantasías), el divertimento picaresco (La cigarra no es un bicho) y otros.
El estudioso Miguel Ángel Rosado analiza lúcidamente el mundo multifacético de Tinayre.