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Mnemosynne, la madre de la creación
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Mnemosynne, la madre de la creación
AÑO
2005
PAÍS DE ORIGEN
Córdoba, Argentina
EDITORIAL O ENTIDAD EDITORA
Ediciones El Apuntador
PÁGINAS
47
INCORPORADO AL CATÁLOGO
09.06.2022
CONSULTAS
14

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Esta obra incluye referencias a textos y hechos de la vida de Katherine Mansfield, que murió en Fontainebleu buscando una clave para su escritura en el Instituto para la Armonía del Hombre que dirigía Gurdjieff. Las citas de Clarice Lispector, además del simple placer de su lectura, me ayudaron a conformar este conflicto paradigmático del hombre que en la modernidad busca una verdad y un sentido perdidos. Helene Cixous, en otro bellísimo libro en el que la estudia, afirma que Clarice llegó a las mismas afirmaciones que los filósofos sin haberlos leído. Se me ocurre que en particular se refiere a Heidegger, algunas de cuyas reflexiones sobre las palabras y el lenguaje, campean aquí y allá en diálogos de los que debo hacerme responsable.

La relación con la diosa griega de la memoria, Mnemosynne (título que tomé de “Las cosas del pensar” del filósofo alemán) viene dictada en principio por la belleza de dicho mito, pero también por su profundidad. Mnemosynne era la madre de las musas, la madre de la creación. Por lo que la memoria podía concebirse como la base armonizadora de todo el psiquismo humano. La palabra del poeta, en cuanto hijo de aquella, tiene un sentido integrador. El conflicto que se plantea cuando este pierde su inspiración, o el camino de su creación expresado como sentido de su obra, refleja el rostro que asume el olvido, o peor, el “olvido del ser”, como lo concebía Heidegger.

En las escritoras que operan de base de este trabajo, dicha crisis se manifiesta como extravío de la “palabra original”, y donde la inspiración no se produce como epifanía creativa sino hasta que haya un re-encuentro con esa unidad perdida, en cuya recuperación mucho tiene que ver el recuerdo, la rememoración (la an-amnesis al decir griego). Este conflicto se plantea el poeta con la intensidad de un dilema que le exige todo de sí. Para que las cosas se le muestren en su esencia, como una revelación, y en toda su plenitud, debe darse esa total disponibilidad del creador. Aquí el poeta (en nuestra obra La escritora), no representa meramente a un oficio, sino que simboliza a quienes en nuestra cultura, son la avanzada del hombre que plantea esa batalla fundamental. El mito del hombre poeta (el hombre que crea), pasa a ser aquí, el único reaseguro ante el olvido. “Poetizar es recordar” manifestaba el filósofo alemán. Ante la violencia psicológica que se ejerce sobre el hombre, a veces desde Estados que propugnan sistemáticamente leyes de olvido, el contenido de este trabajo reflexiona sobre el sentido de resistencia que asumen los verdaderos artistas, la profunda misión ética que les cabe y el desafío cultural que como un espejo perenne, su obra representa.

J. L. Arce


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