Más resultados...
Casi sin diálogos y de estructura episódica, la película de Aldo Paparella tiene como hilo argumental unas mínimas líneas narrativas que se entretejen enmarcadas en cinco ciudades, las cuales son también protagonistas del filme: en “Shanghai”, una mujer displicente, vacía, mata el tiempo teniendo sexo con un hombre y recorriendo habitaciones deshabitadas; en “Asunción”, otra mujer ejerce la prostitución en la cámara frigorífica de un mercado abandonado devenido lugar de encuentro clandestino; en “Nueva York”, accedemos a una nueva dimensión gracias a la indagación de un instante en el acto sexual que no por banal es menos trascendente; mientras que en “Buenos Aires”, junto a una pareja de mujeres que se ama y rechaza con igual fervor, ingresamos en el lecho mortuorio de Lugones; y por último, en “Chernobyl”, en un marco apocalíptico, presenciamos los salvajes encuentros de otra pareja.
Hoteles, filme hecho por un voraz lector de los íconos de la cultura, con algo de museo de la historia natural, de mercado de curiosidades y de galería de arte, es también un ejercicio semiótico, una obra volcada a los sentidos y el intelecto. Conjugando todas estas características, Hoteles es un filme de narración no tradicional que al mismo tiempo funciona como un documental etnográfico de la especie humana.