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Hay en Michel de Ghelderode muchos aspectos sorprendentes. Entre otros, su aparición pública, ya no joven, y en una serie ininterrumpida de obras de un tono poco usual en el teatro de lengua francesa, merced a los violentos contrastes. Ghelderode es belga, flamenco, como el Bosco, el extraño y extraordinario pintor, a cuyo extraño universo se asemejan sus imaginaciones. Sin embargo, su tardía aparición no se debe a una causa fortuita. Fastes d’enfer, una de sus primeras obras, debió esperar más de veinte años para poder ser representada, sin duda porque junto con su violencia de forma tiene un contenido que puede parecer decididamente irrespetuoso. Sin embargo, Ghelderode no trata de atacar ni de polemizar siquiera, sino que explota unas fábulas de evidente fuerza dramática. Lo mismo ocurre con el resto de su obra, sea cualquiera el tema que adopte. Y en todo caso, constantemente, sus caracteres están tan ligados por un denso y al mismo tiempo finísimo hilo de relaciones, que el ánimo siempre queda en suspenso hasta la caída del telón. Lemarchand, crítico teatral de “Combat”, dijo en su día: “La carne que rellena el esqueleto del teatro moderno se nos ha dado de golpe con el teatro de Ghelderode”. En este primer volumen de teatro de Ghelderode, la Editorial Losada presenta seis de sus obras más características: ¡Arriba, Signor!, Escorial, Halewyn, Magia roja, La señorita Jaïr y Fastos del infierno.