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Por más de tres siglos Molière ocupa en la escena teatral de Occidente un lugar que será, tal vez, eterno. Este genio francés ha creado seres arquetípicos de la caracterología y la naturaleza humana. Son suyas las figuras famosas que conocen todos nuestros contemporáneos: el enfermo imaginario, el avaro, el misántropo, las preciosas ridículas…, Tartufo o el impostor.
El chileno Eugenio Dittborn, a quien debemos la traducción y el prólogo de esta obra, tuvo una brillante trayectoria en nuestro teatro como actor y, luego, como director. Su traducción tiene dinamismo y gracia, siendo fiel al genio incomparable de Molière.