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En Historias para ser contadas (1956), Los de la mesa diez (1957) e Historia de mi esquina (1957), Dragún recurrió a la utilización de algunos procedimientos brechtianos, aunque en la mayor parte de los casos lo hizo cambiando sus funciones. Es un caso muy interesante, diverso al de Cuzzani, pero con algunos elementos comunes. Si hubiera que caracterizar la transición del 50, podríamos decir que durante 1950-1956 predominó la llegada de nuevos textos dramáticos y de actuación teatral. Y que entre 1956 y 1959 comenzaron a aparecer las apropiaciones de estos textos (es el caso de Dragún) por parte de nuestros dramaturgos y directores, sin que decaiga la recepción de nuevos textos europeos y norteamericanos.
Osvaldo Dragún, pertenece a la generación de dramaturgos argentinos, en cuyas obras pueden documentarse por el rigor del oficio, su formación en estrecho contacto con la escena. Nacido en Entre Ríos en 1929, luego de algunas experiencias en teatros de aficionados, ingresa al movimiento teatral independiente y en 1956 el Teatro Popular Independiente Fray Mocho le estrena “La peste viene de Melos”, con favorable acogida de público y crítica. Toda su obra está signada por su intencional compromiso con el hombre de su ciudad y de sus días. Allí campea la alegría de vivir a través de sus personajes con sus angustias, con sus dolores, con sus esperanzas y con su poesía irrenunciable.
Sus piezas de estirpe popular -pero decididamente no vulgar- asume con “Historias para ser contadas” una expresión formalmente renovadora. No sólo por el hecho de haber simplificado elementos escenográficos de manera extrema y utilizar un mismo personaje con idéntico vestuario para la representación de distintos papeles, sino también por la inclusión de relatores de singular juego teatral, dentro del planteo dramático. El mejor reconocimiento que ha obtenido su teatro, parte del tono polémico con el cual se lo ha juzgado y con el que ha escindido a la crítica en general. Igual suerte apareja cada uno de sus estrenos, al mismo tiempo que un público numeroso toma partido, descartando toda indiferencia posible. Sus creaciones dramáticas han recorrido todo el país y gran parte de América: Uruguay, Chile, Perú y Cuba son recientes testimonios. En Europa, países de estructuras y culturas tan disímiles como Rusia y España, acogieron su producción y a fe que la experiencia contó una vez más con el apoyo decidido de sus destinatarios.