Más resultados...
Después de varias décadas de una precariedad informativa casi absoluta, al menos en Latinoamérica, la obra de Edward Gordon Craig (1878-1966), al igual que las de Appia, Meyerhold o peor aún, las de Fuchs, Tairov, Vajtangov o Reinhardt, por mencionar algunos ejemplos, ofrece una de las más curiosas paradojas ideológico-teatrales: la de una proposición desconocida, pero demasiado mencionada a través de reflexiones incapaces de acercarnos a lo que en realidad ha sido el cuerpo teórico cragiano.
Y ante esta incuestionable incapacidad para muchos de cuadricular su teoría, ésta ha sido aislada, puesta en dique seco, hecha fósil, a través de citas desperdigadas que dan la sensación de quedarse en generalidades, o más grave aún en pretender ser una divulgación entusiasta y superficial, desde el momento mismo en que la enfrentamos.
Sin embargo, la obra de Craig se ha convertido en mucho más que eso; es aún la nostalgia de una estética depurada, la búsqueda de una abstracción teatral, una ética y una técnica para el actor. Así como una nueva idea respecto al escenario.
Al contrario de Meyerhold, no fue un teórico empeñado en revolucionar al teatro. El únicamente construyó dentro del viejo edificio teatral lo que cinco mil años de teatro no han aún terminado por desarrollar. Craig no fue el sistematizador de una teoría de cambio como lo fue Stanislavski; pero de una manera u otra, cuidadosa y gradualmente condujo a ese tipo de evolución y transformó la escena contemporánea.