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Conocí a Aurelia Chillemi como editora del libro de Iris Scaccheri “Brindis a la danza”. Iris le había ido confiando cuadernos, notas y memorias sin restricción ninguna y el objetivo era el libro. Aurelia me transmitía las condiciones bajo las cuales este material debía encontrarse con su lector, condiciones todas que fueron cumplidas por nuestra editorial al pie de la letra. De este modo, pensé, Iris la distinguía entre todos sus discípulos por su talento, confiabilidad, su docilidad y su reserva.
Cierto tiempo después, ojeando mientras esperaba en un consultorio pude leer, no sin sorpresa, el artículo “Danza con vecinos” publicado en la Revista Kiné, en el que se desplegaba de modo muy amplio, la propuesta de Aurelia llamada Bailarines toda la vida (ambos nombres dan idea de perspectiva y apertura). Poco después, venciendo mis pudores, le pregunté si podría ser una vecina en los encuentros que ella concertaba. Aurelia me dió todos los datos, y nombró por primera vez la palabra Grissinopoli. Así me deslicé en un mundo de fuertes pertenencias, de tramados de gran confianza y durabilidad, al que acudo cuanto puedo porque allí bailar se vuelve una cuestión apasionante: una cuestión de todos.
Claudia Schvartz