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En un esfuerzo por difundir nuestros valores y dar a conocer distintos géneros dramáticos que se cultivan en el país, Árbol Editorial ha reunido en este libro cinco pastorelas seleccionadas por su alto valor escénico. Justificaciones hay muchas. Para empezar por alguna, digamos que pocas cosas pueden ser tan divertidas como montar, actuar o dirigir una pastorela. Y es que la pastorela mexicana -heredera de una larga tradición que para algunos se remonta a los añejos rituales de los llamados auto sacramentales del teatro religioso medieval español- se coge fuerte del brazo de la vida con una espontaneidad y riqueza plástica de imágenes que resulta asombrosa. Tiene sarcasmo y risas amargas; muestra pasión e indiferencia; muestra milagros y promesas de salvación -y tiene humor, un ingrediente que deforma las situaciones hasta un límite donde no puede conservarse la seriedad y que florece sólo en la literatura de las naciones que han vivido; que conocen el drama, la tragedia y el lirismo y que saben que, en última instancia, mucho de lo que nos rodea no merece el oropel que nos empeñamos en rodearlo.
Los fines que persigue este género pueden resumirse en pocas palabras: para entenderlos y gozar de la pastorela debemos hacernos sencillos e ingenuos; cambiar los grandes billetes de nuestra grandeza relumbrona por humildes moneditas. Sólo así podremos llegar a fondo de su extraordinario mensaje.