Más resultados...
A pesar de sus diálogos triviales y su obvia sucesión psicológica, éste es un film que consigue recrear irónicamente una época y delinear, junto a una serie de agradables retratos femeninos, un protagonista corpóreo y sintomático.
Landru es el burgués sensible y calculador, el heredero de una “belle époque”, el autor de una “iniciativa privada” que contrapone a la iniciativa bélica de los gobernantes, el prudente y “filantrópico” administrador de los propios ilícitos beneficios. Es, en definitiva, junto con millones de individuos menos audaces y emprendedores que él, la sal de la nación; y con un cierto y sincero desagrado la misma nación lo sacrifica a la postre con una intención que la misma víctima no habría desaprobado: el provocar un “affaire Landru” que sofoque en la opinión pública, las repercusiones desfavorables de las negociaciones de paz. Las interacciones de los acontecimientos, la monótona repetición de gestos y costumbres, los ostentosos valores de la parsimonia, del decoro, de la dignidad, están en los fundamentos de la vida de Landru como en los de la retórica oficial y contrastan con los sufrimientos auténticos que emanan de los breves rasgos documentales insertos en el film.