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El realismo de Florencio Sánchez se apoyó siempre en la observación directa de la vida humilde que él compartió a través de dificultades, una modesta labor de periodista y su quebrantada salud. Desde el estreno de M’hijo el dotor en 1903, hasta su muerte, escribió obras representadas en los teatros de Buenos Aires con un éxito notable. Es no solamente el primer autor rioplatense de su tiempo sino el primer autor dramático de América Latina cuyo nombre trasciende el ámbito local. La gringa y Barranca abajo son dos dramas rurales de gran vigor naturalista. El problema del rechazo del inmigrante, en la primera obra y el del abuso del poder en la segunda con las secuelas de humillación y desprecio para quien es el objeto de aquél, componen el clima dramático de una y otra. Florencio Sánchez compadeció a los pobres en espíritu y en recursos materiales y los convirtió en los héroes de su dramaturgia que hoy conmueve por su sinceridad aunque las variaciones estéticas impongan al público un teatro distinto.