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Los “Hermanos Quintero” es una suerte de entidad literaria, famosa hace lustros e indestructible, pues ni la muerte de uno de sus componentes logró romperla, ya que el sobreviviente, Joaquín, siguió manteniendo, hasta morir él también, la firma de siempre: Serafín y Joaquín Álvarez Quintero. Ambos hermanos son sevillanos.
El primero, nació en el año 1871 y murió en 1938; el segundo, Joaquín, nació dos años después y murió en 1944. Y desde que aún muchachos estrenaron en 1888 su primera obra, no dejaron de producir una serie de piezas teatrales pertenecientes a diversos géneros -pero cuyo común denominador es la simpatía humana que sus personajes irradian-, con una fecundidad asombrosa.
Diez años después, en 1898, alcanzaron su primer gran éxito con La buena sombra. Y entonces aparecieron delineados los caracteres especiales de su teatro: un costumbrismo especializado en los ambientes andaluces y en las vidas mesocráticas, un sentido agudo de lo pintoresco y, sobre todo, un arte singular para el manejo del diálogo, siempre fluido, lleno de gracejo y naturalidad. Aunque alguna vez aborden el drama, como por ejemplo en Malvaloca, la mayor parte de sus obras pertenecen a géneros más amables: la comedia, el sainete, el juguete cómico. Amores y amoríos. Los galeotes, son, cada una en su género, representativas del más genuino espíritu quinteriano.