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Acusado de efectista y chabacano, de ser un género hábil en el golpe bajo y la lágrima fácil, el radioteatro (devenido peyorativamente en “dramón”) concitó el repudio y la indiferencia de los intelectuales de siempre, al mismo tiempo que conquistaba el fervor de las masas y el amor incondicional de las clases sociales más necesitadas. Si hubo o no jerarquías y castas en los temas y en los autores de ficción radial es la pregunta que abre las puertas al análisis de uno de los fenómenos comunicacionales más enraizados en el gusto popular.