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Borges Mead. Tejiendo cenizas
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Borges Mead. Tejiendo cenizas
AÑO
2007
PAÍS DE ORIGEN
Tandil, Buenos Aires, Argentina
EDITORIAL O ENTIDAD EDITORA
Programa de Apoyo a la Gestión Pública UNICEN
PÁGINAS
25
INCORPORADO AL CATÁLOGO
16.03.2020
CONSULTAS
26

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Borges Mead

Así como el Mead del cuento “The Pedestrian” de Ray Bradbury, el personaje de Costello (escritor también) es detenido mientras caminaba por una desierta calle de una ciudad del futuro. El Robot que lo ha interceptado lo lleva detenido hasta un lugar en el que hay un gran monitor de computadora conectado a la red, para esperar el momento de enfrentar al Gran Jurado. Allí es interrogado por el Monitor, y revela que su verdadero nombre es Leonard George Borges Mead. Autodenominado “el Pentium Supremo”, el Monitor acecha con preguntas a Borges Mead sobre la mujer que este dice estar buscando; frío, incrédulo, no comprende el sufrimiento por una mujer en particular. Internet es para él “la droga universal” con la que todo es posible. Aunque Mead teme encontrarla, el Monitor ingresa los datos de la mujer y la busca por Internet, con lo que ella se corporiza en escena. Pero Mead le ha mentido en los datos.

El Robot y el Monitor sospechan de Mead, como alguien peligroso que puede despertar de la tranquilidad de Internet, de la dosis diaria de fantasía, del permanecer en sus casas conectados todo el día y empezar a ver, a oler, a querer amar nuevamente; ponen en marcha el último plan para hacerlo confesar, antes de usar técnicas arcaicas.

Tejiendo cenizas

La obra está estructurada en cinco escenas, a las que el autor denomina respectivamente “Arañas tejedoras”, “Retazos de humo”, “Doma y folklore”, “Tuquitos” y “Tejiendo soledades”.

La acción transcurre en el patio de una casa, en la que al comienzo se encuentran dos señoras mayores (Luisa y Gladis) hamacándose en sendas mecedoras mientras tejen. Hay un columpio en escena. La charla las lleva por lugares por los que Luisa parece no querer transitar -relacionados al miedo y al columpio-, hasta que se enoja y llama “vieja borracha” a Gladis.

Con la segunda escena aparece el tercer personaje, Manola, fumadora empedernida y amiga de ambas; tiene a su hija y a su nieta en el exterior. Gladis es diabética y adepta al alcohol; tiene a su hijo lejos, en Catamarca. Cada una sufre la ausencia a su modo. El columpio vacío es la presencia de lo ausente.

La imposibilidad de ir al festival de doma y folklore del que se escucha la música las obliga a charlar, a recordar y a entristecer. Entre recuerdos de juventud, Manola y Gladis mandan a Luisa al kiosco a comprar cerveza, para evitar que vea a su ex marido con una joven novia. A la vuelta de Luisa, beben y se divierten hasta empaparse chapoteando con los pies en fuentones con agua. Suben al columpio y juegan hamacándose, hasta que Manola siente un fuerte dolor en el pecho y se desvanece.


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