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Nunca, antes de Sófocles, el alma del héroe fue llevada a un grado tan completo de abandono. Solos están Ayax, Antígona, Filoctetes; materiales y espiritualmente. Abandonados, solos también, Heracles, Electra, Edipo. Ninguno de ellos goza del apoyo de los hombres ni del auxilio paternal de los dioses. Pero esta soledad conmovedora no es un factor negativo. Al contrario: su soledad los pone frente a sí mismos, los coloca en disposición de analizar su propia conducta sin que nadie les estorbe. Y entonces perciben lo que son, aprenden qué es el hombre. La tragedia llega, así, a su punto culminante: el autodescubrimiento del héroe por sí mismo.