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“Actor y mártir” llamó Sartre a Genet, desde el título del libro que consagró a la personalidad más controvertida y huidiza de la literatura francesa contemporánea. Actor y mártir, porque apariencia y verdad, juego y trascendencia establecen en la vida y en la obra de Jean Genet una relación insólita. Fue precisamente su vida desdichada lo que, en un principio, recibió más atención: la obra tuvo menos lectores que las crónicas periodísticas donde sus delitos se consignaban puntualmente. Hacia 1950, cuando decide abandonar la literatura, la editorial Gallimard emprende la publicación de sus obras completas, precedidas por el tomo donde Sartre estudió el universo moral y novelesco de su autor. Cuando Genet decide volver a publicar, alcanza súbitamente celebridad internacional con una serie de notables obras teatrales: El balcón, Severa vigilancia, Las sirvientas -Editorial Losada, 1964-, Los biombos y Los negros -las dos piezas que hoy presentamos-. “Luego de años de antiteatro -dice a propósito de Los biombos el crítico Robert Abirached-, he aquí una pieza donde el teatro es rey. Libertad del lenguaje, de las actitudes, ultranzas en las ropas o en las situaciones, todo viene a recordarnos que estamos en el teatro, pero también que estamos atrapados en la trampa de que hablaba Hamlet: ¿y si fuese la realidad la teatral?” La otra pieza igualmente representativa, Los negros, complementa la visión del mundo de “uno de los raros escritores del siglo sobre el que existe una leyenda” según ha dicho Pierre de Boisdeffre.