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Descarnada y obsesivamente irrumpe en el teatro de los años sesenta la realidad porteña, con su carga de frustración, angustia y desencanto. Soledad para cuatro de Ricardo Halac (1935), una de las obras elegidas para este volumen, estrenada precisamente en 1961, constituye una de las primeras propuestas de un “nuevo realismo” cuestionador y abrupto, que revuelve agresivamente los conflictos de una época que lo llevará al absurdo y al grotesco. Una continuada experiencia teatral, tanto a través de estudios especializados en Alemania o Estados Unidos como de la creación –Estela de madrugada, Fin de diciembre (1965), Tentempié I y II (1968), Segundo tiempo (1976), El destete (1978), Un trabajo fabuloso (1980), Lejana tierra prometida (1981) – corrobora la asunción de una tarea y un destino que tiene además, y como característica primordial, la de tarea y destino compartido con otros dramaturgos de su generación: no sin razón integra este volumen con Carlos Somigliana (1932) que llega a escena en 1965 con Amarillo y Amor de ciudad grande, y en 1967 con La bolsa de agua caliente. El avión negro, es fruto importante de esa tarea compartida, aquí, con Cossa, Rozenmacher y Talesnik. Las tensiones y frustraciones generacionales alcanzan densa y rotunda concreción en El ex-alumno, de 1978, año en que realiza también una versión libre de Macbeth. El nuevo mundo vuelve a confirmar, en 1981, su agudo dominio del juego teatral.