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Las buenas películas comienzan cuando termina su proyección: el espectador las incorpora definitivamente a su memoria. Las repasa luego en su mente, o las recupera de su recuerdo cada vez que las necesita como ejemplo o referencia. No hay generalmente otra alternativa. A pesar de ciertos adelantos técnicos (súper 8, cassettes, video, etc.), nada económicos por cierto, sólo se puede volver parcialmente a las imágenes originales en copias tardías, deterioradas y fragmentadas, en alguna imprevista exhibición comercial o en algún azaroso ciclo de cine club, cinemateca o museo.
Con los buenos libros pasa algo similar. También ellos se incorporan a la memoria, indeleblemente, después de la última página. Pero los libros aventajan a las películas: admiten lecturas y relecturas; el retorno espontáneo o deliberado a palabras, frases, capítulos; la pausa y la reflexión simultánea o posterior. El lector transforma sus manos y sus ojos en piezas de una cómoda moviola portátil.
Esta obra que usted, lector, está hojeando tiene el carácter de una espectacular “superproducción” histórico-épica, con abundante acción y personajes muy diversos, todos importantes, que dialogan vivazmente, en escenarios reducidos, ante diminutos y casi invisibles micrófonos en los que se recoge la verdad franca, inesperada, inquietante a veces, tanto como la espontánea ficción que nace de una omisión voluntaria, de una evocación borrosa o, acaso, de una mentira inocente.
De este trabajado, insólito y casi imposible libro será inevitable poseer dos ejemplares: uno en la biblioteca, impecablemente conservado, destinado a nuevas lecturas; y otro en la mesa de trabajo, o al alcance de la mano, junto al diccionario o al manual hogareño de consulta habitual, para las voraces y reiteradas búsquedas del dato preciso, que ordena la discusión familiar o amistosa y resuelve la duda del estudioso o del periodista especializado.
Quizá sin proponérselo, todos los que hablan o colaboran en esta obra excepcional integran el colorido diseño de un gran rompecabezas: EL CINE ARGENTINO.
Roland
Director del Museo Municipal del Cine – Buenos Aires