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Así como después de la Segunda Guerra Mundial el existencialismo ganó las calles de las principales ciudades europeas, y este término sirvió entonces para designar tanto la compleja filosofía de Sartre como una cierta manera de vestir, así también en nuestros días el estructuralismo es utilizado para hablar de múltiples manifestaciones culturales a muy diversos niveles de comprensión. Los peligros que entraña una difusión de este tipo son obvios -recalan incluso en el esnobismo y la cursilería-, pero a la vez ella está indicando la firmeza, potencia y actualidad de las premisas básicas de su concepción global.
No obstante, esta doctrina o, mejor dicho, esta metodología cumple su cometido esencial en el campo de las ciencias sociales, ubicando su punto de partida en la revolucionaria fundamentación lingüística de Saussure y hallando su aplicación más sólida en los aportes antropológicos de Claude Lévi-Strauss. En verdad, si hoy la palabra estructuralismo corresponde a algo, “ese algo es por cierto una manera nueva de plantear y de explotar los problemas en las ciencias que tratan del signo”.