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El germen de este libro adquiere consistencia en la Estación Alógena (E.A.), colectivo variable de experimentación nacido en 2002, que ha ocupado dos espacios físicos en Buenos Aires hasta la fecha, y desplegado a lo largo de su membrana –no del todo localizable- espacios lisos cada vez más inmodificables, cuaternarios. Iniciada como Escuela (Alógena), se despedagogizó progresivamente hasta transformarse, en el 2004, en Estación: spatium de tránsito (y trance), de despegues y aterrizajes, de alisamiento orbital. El signo-partícula “alógeno” se inoculó para neutralizar otros términos usufructuados formalmente por los polos de identificación institucionales tales como “otro”, “alteridad”, etc., demasiado atados a pares del tipo adentro/afuera, o centro/periferia: lo alógeno designa la irrupción de una intensidad fuera de pasarela (intensidad ni exterior ni interior, pura dimensión liminar).
Fue Héctor Libertella (Máximo Alocutor Alógeno) quien, mediante un discurso pronunciado en la inauguración de 2002, adjudicara su inadvertida fundación a Góngora, 400 años atrás. Libertella dejaba así su letra-heroína en la E.A. Hoy sabemos que, si se trata de buscar conexiones neo-genealógicas (el contagio como anti-genealogía), los influjos recibidos por la Estación Alógena podrían ser rastreados incluso en los antiquísimos textos copto-gnósticos de Nag-Hammadi (en especial en el texto Allogenes), y seguramente más allá, en algunas irradiaciones que se desprenden a ritmos irregulares del sistema estelar de Sothis (aunque esto, después de todo, no constituya más que un devenir y en la E.A. no estén muy seguros de creer en el calendario).
Ese germen crece, luego, con el Manikhen y el Laboratorio Sintético Deleuziano, y se vuelve hoy libro, mediante la participación de distintos autores que han rozado (o directamente atravesado) esta jineteada fuera de género.
Este libro se constituye como un laboratorio-alianza. Una manada de alquimistas y herreros en pleno proceso de cincelar joyas y forjar espadas imperceptibles: el lugar de una alegre transmutación. Una boda de heterogéneos celebrada en la intemperie, bajo los cielos neuronales de una orilla tribal (acéfala banda), cuyos bordes difusos ha venido afilando a lo largo de los años cada uno de los incluidos.