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Desde la aparición de la televisión, la impresión en color y las exposiciones patrocinadas, el arte se ha convertido en parte de la vida cotidiana. Ya no es corriente que los padres traten de desanimar a los hijos que sienten inclinaciones artísticas (al terminar mis estudios primarios, se me dio a escoger entre trabajar de empleado en un banco o enfrentarme a lo peor). Miles de artistas trabajan en las bellas artes o en los medios de comunicación. Otros miles estudian en escuelas de arte, politécnicos y facultades. Hay un ejército de refuerzo, compuesto por aspirantes a artistas que trabajan en fábricas, tiendas y oficinas; quizá no sueñen con ganar un premio de pintura, realizar esculturas maravillosas con residuos de metal o hacer portadas de revistas, pero en cierto modo pretenden vivir aceptablemente diseñando para la imprenta, o pintando paisajes los fines de semana.
No es difícil de entender la razón de este aumento en el interés por el arte. En la era electrónica, en la que los computadores tienen a reducir al mínimo el factor humano, se ha convertido en algo vital ejercitar los talentos y la expresión de uno mismo. Además, las imágenes -fijas o en movimiento- han llegado a ser parte integral de nuestras vidas. Si nos remontamos a nuestra infancia, a veces es posible localizar el comienzo de la tendencia a representar gráficamente nuestros sueños, esperanzas y fantasías; es casi un mecanismo de autodefensa. Se supone que los artistas continúan este proceso. El artista es una persona libre que reacciona de un modo total a los estímulos, que siente satisfacción por todo lo que hace, aparte del éxito material que puede o no coronar el esfuerzo.
¿Cómo se convierte uno en artista? No siempre está claro, ya que puede suceder de muchos modos diferentes. Los pintores, escultores, ilustradores, fotógrafos, caricaturistas y diseñadores proceden de todos los estratos sociales y presentan muy distintos intereses.
La mayoría de los artistas -pero no todos- estudiaron una u otra forma de arte: en una academia de arte, por correspondencia, en un estudio o en una agencia de publicidad. Muchos empezaron preparando el café o embalando paquetes; cualquier cosa que les permitiera irse introduciendo gradualmente en el terreno. Algunos empiezan en un curso universitario y luego tratan de encontrar trabajo en un estudio. Unos pocos son prodigios naturales, éxitos fulminantes que suben como cohetes después de sus años de formación en la escuela de arte, sin acercarse jamás a los abismos de la duda, la frustración y la pobreza, en los que muchos otros tienen que luchar.
Cualquiera sea el grupo al que uno pertenezca, encontrará en este libro valiosas orientaciones, a las que puede recurrir una y otra vez.