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Lucecita de las islas llega al lector, o al espectador, trayendo el frescor del Delta, irradiando su luz aún a los que no conocen profundamente las Islas del Delta del Paraná, allí donde vive el trabajador isleño inmerso en su lucha diaria.
Surge en Lucecita la figura alegórica del árbol blanco iluminado por una haz de luz mientras el viento sudeste empuja el agua hasta hacerla marea sobre los albardones, y esas tres figuras conmocionan al espectador que ve sobre el escenario el desarrollo ecológico del Delta a través del baile, la música, el color, representada como una sutil leyenda, “la leyenda es una verdad de la naturaleza, tan misteriosa que a veces uno no la puede explicar y la convierte en cuento”, dice así su protagonista, y todo cuento, o toda fantasía, está siempre basada en la realidad, y la realidad aparece en cada uno de los cuadros de la obra: la ceguera del turista, el desconocimiento del entorno isleño, la inconciencia, como por ejemplo cuando queman los remos de Don Andrés, todo esto realizado con mucho movimiento y cierta comicidad para que el espectador se sienta cómodo, luego la inconciencia de la muchachita isleña, la que va a la escuela, también la vecina medio curandera, la que cubre la falta de salubridad en las Islas, y por sobre todas las cosas, el amor de los jóvenes, el amor de Negrita y Remigio. El protagonista y motor de la obra, Don Andrés, es la verdadera representación del esforzado trabajador isleño, quien debe vender a cinco lo que vale veinte, como siempre ocurrió en las Islas y como sigue ocurriendo, pero él seguirá diciendo sus verdades en una protesta casi silenciosa y con la esperanza puesta en su trabajo, una esperanza que lo acompañará de por vida.
Juan Merello y su elenco poseen grandes conocimientos sobre teatro, y el teatro es, sin duda, una de las mejores representaciones del arte.
He aquí una de las mejores obras que he visto representadas con gran resonancia en el Centro Cultural General San Martín de la Capital, porque está en ella sintetizada la esencia de todo el quehacer del Delta, sin estridencias, con simples efectos, con bailes, con canciones, y sobre todo con mucho amor, para hacer que Lucecita de las islas, una obra regional, adquiera caracteres universales.
Héctor Prado