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Inspirándose en antiguos mitos y viejas leyendas populares, Bernardo Carey elaboró este singular texto escénico que es Los dos ladrones en el que se entremezclan el humor y la picaresca, desde una impronta en la que predominan el ingenio y la frescura.
Hay en la historia de Quico, el simpático y audaz ladronzuelo -sin duda pariente directo del Lazarillo de Tormes y de muchos otros pícaros ilustres- una intención de juego, de diversión teatral, que se desarrolla mediante la utilización de un moderno y desenfadado lenguaje escénico, en el que la picante ingenuidad y el atrevido candor son producto de una deliberada búsqueda del autor, de un acercamiento intencionado a los modos y formas de expresión más populares y, por lo general, más marginados de los tablados contemporáneos.
Los personajes de Carey son, en definitiva, un pretexto para desentrañar y exaltar aspectos íntimamente ligados con el espíritu de los seres humanos, de todos los tiempos, como el cálido cultivo de la amistad por sobre todas las posibles vicisitudes y la tenacidad e imaginación para defender la libertad y el libre albedrío.