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Hasta el comienzo de los años 60, la cinematografía de la Alemania Occidental ofrecía un panorama desolador: la inanidad de las construcciones argumentales hallaba su correlato expresivo en un lenguaje fílmico convencional y anquilosado. El movimiento para crear un “nuevo cine alemán” preocupado por el arte y no por el comercio ha transformado de raíz esa situación y ha dado nacimiento a una de las escuelas más interesantes del cine mundial. Dentro de esa corriente innovadora, Alexander Kluge (nacido en 1932) es quizá la figura más representativa. Tras una brillante labor como documentalista, su primer largometraje -“La muchacha sin historia”- mereció el premio especial del jurado del Festival de Venecia en 1966; su definitiva consagración internacional se produciría en 1968 al recibir el Gran Premio de ese mismo certamen Los artistas bajo la carpa del circo: perplejos (cuyo guión se reproduce en este volumen junto a La escéptica, Proyecto Z y Proverbios de Leni Peickert). La obra de Kluge es una reflexión acerca de la soledad del hombre contemporáneo y de su impotencia para transformar la realidad global; núcleo problemático inexplicablemente unido, como ha señalado el crítico Manuel Pérez Estremera, a un estilo narrativo basado en la fragmentación y en el juego de imágenes, escenas entrecortadas y comentarios que puntean la acción.