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Las obras de Federico García Lorca alcanzan cada día mayor difusión y prestigio. Ello evidencia los valores sustantivos y perdurables de las mismas, independientemente de la atención multitudinaria que se vertió sobre la gloriosa figura del autor a raíz de su muerte trágica. La zapatera prodigiosa, contrariamente a Yerma, viene a ser un intermedio, un “divertimento”, pero de la más fina calidad. Corresponde a la modalidad de lo que pudiéramos llamar “teatro de cámara”, y en efecto, su origen fue éste, ya que se estrenó en el club Anfistora de Madrid, en 1930.