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La imagen fotográfica tiene un estatuto complejo: por una parte es la impresión que sobre una superficie sensible deja el objeto que representa y por otra establece una relación analógica con la visión humana. Entre impresión y analogía se tejen relaciones difíciles, de donde derivan algunos verdaderos y falsos problemas; de ahí también la multiplicidad de usos de la fotografía, y la diversidad, en torno a ella, de las estrategias de comunicación.
El arte fotográfico es el arte de todos los peligros: alberga permanentemente la tentación de construir la imagen según modelos pictóricos, de saturarla con estereotipos visuales y culturales. Como si la fotografía tuviera miedo de sí misma, de su especificidad: arte precario e irreductible, indiferente a toda sobrecarga interpretativa, arte profano que se contenta con dar a ver.