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La cimbra es la continuación de Amistad en las islas y de perfección, en cuanto a lo poético, de los elementos formales. Urquía cree que el único elemento de que dispone el poeta es la palabra: la poesía es el arte a través de las palabras, o el arte de las palabras; y el poeta es el único hombre que en el mundo se aboca a esta empresa. Los otros elementos, como la anécdota, y junto a ella lo social y filosófico, pueden viajar en la poesía, pero no son la poesía. Si trazáramos un esquema ideal hacia la poesía pura -esquema que Urquía trata de convertir en empírico, puesto que va en pos de ella- esos valores que el poeta considera extrapoéticos tendrían que ir cayendo, descartándose, en el proceso creativo. Del enfrentamiento, del choque, de la mezcla de las palabras debe surgir la poesía.
En La cimbra no son los temas isleños lo que se busca ser exaltado. Por ejemplo, el caracol, el ceibo y los elementos centrales de otros poemas, no son representativos. Más aún, el poeta cree firmemente que no representan, ni quieren que representen fielmente al caracol o al ceibo desde el punto de vista de la descripción; ellos prestan su vivencia al poeta para que él procure “inventar” su ceibo, su caracol, etc. Es seguro que ambos en la isla no tienen una concordancia directa con el poema que los representa. Es decir, hay una intervención continua en los elementos para desfigurarlos de su realidad fenoménica y figurarlos (en el sentido de crear la imagen) conforme a la “realidad” poética del autor. La otra realidad, la “objetiva”, no tiene importancia.
La cimbra existe; de ella echa mano el isleño para buscar su alimento animal en los ríos. Es una realidad; pero esa realidad pudo haber sido reformada por el entusiasmo o estro poético del autor. Pero esto no tiene importancia para el acto poético que se busca, que en última instancia es crear belleza y realidad poética.
La cimbra es un hermoso libro, que señala un momento importante en la lírica argentina. No es de lectura fácil, porque en cada una de sus obras Urquía ha tratado de renovar sus formas expresivas, al entregarnos su “verdad viviente”. Pero en todos los poemas, como él mismo dice en uno de ellos, “está el corazón / y el corazón se queda”.
Anselmo Leoz