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Sucedió en la vía. El sur y la nada
Disponible en sala
en acceso abierto | Sala Raúl Echegaray
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Sucedió en la vía. El sur y la nada
AÑO
1996
PAÍS DE ORIGEN
Buenos Aires, Argentina
EDITORIAL O ENTIDAD EDITORA
VIII Encuentro de Teatro Marplatense
PÁGINAS
79
IDIOMA
Español
DONACIÓN
Liliana Iriondo
INCORPORADO AL CATÁLOGO
20.05.2019
CONSULTAS
31

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Sucedió en la vía (1986), texto subtitulado como Sainete para chicos (en un acto), ofrece una propuesta teatral para el público infantil, con grandes posibilidades de representarse por actores, como así también por muñecos, en un planteo de teatro de títeres. Los personajes centrales, Juancito y Julián, caricaturescos, muy cerca se hallan de estereotipos presentados por la Comedia del arte; son pícaros, alegres y marginales que transitan por las vías del ferrocarril. El ocasional encuentro de una carta pidiendo socorro, por parte del Payaso Olegario (portador de la alegría) secuestrado por el Chancho Tuerto, promoverá en los dos amigos la aparición del gesto solidario, iniciando la búsqueda del detenido y concretando su salvación.

Esta fábula sencilla le permite a Echegaray desplegar una suerte de procedimientos escrituarios que enriquecen y amplían la metáfora de la eterna lucha del Bien contra el Mal, ante quien sólo la unión de voluntades individuales podrá enfrentar y hacer desaparecer.

La obra está escrita en verso, a modo de contrapunto como en las payadas entre paisanos; la mímica, el gesto exagerado y los juegos de equívocos entre los personajes agudizan el sentido cómico que se le quiere imprimir; la música de la ranchera propuesta en las indicaciones escénicas del comienzo y del final; entre otros, constituyen recursos estéticos que favorecen el desarrollo de una poética teatral marcada por el costumbrismo y con una intención didáctica que persigue la toma de conciencia ante los males sociales y el asumir el compromiso junto con otros como único modo de resolución.

Liliana Iriondo


El sur y la nada fue escrita en el curso del año 1979; el título viene de un vocifereo que Federico Peralta Ramos se permitía en aquellos días de bares despoblados. La frase se la escuché decir en el bar La Paz, me pareció un chiste doloroso -doloroso al menos para mí- y adecuada para usarla como anunciado del asunto que estaba pergeneando. Se lo comenté a Federico y él me permitió usarla a condición de que lo nombre cuando se haga la obra.


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