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Michael Wood ha escrito un libro deliciosamente intencionado, y a menudo profundo, sobre las ideas favoritas de Estados Unidos sobre sí mismo durante las décadas del 40 y del 50 tal como fueron registradas en el cine en la última época de esplendor de Hollywood. Enfoca aguda e intencionadamente ciertos temas recurrentes cuya significación plena se ha hecho evidente quizá recién ahora.
– Soledad (Bogart)
– El señuelo de la mujer fatal (Rita Hayworth)
– Balanceando la autoconfianza (Gene Kelly)
– Lo siniestro en lo cotidiano (Hitchcock)
– La mujer como Ariádna (Greer Garson y June Allyson)
– Los buenos tipos llegan últimos (Paul Newman)
– Éxito (Anne Baxter)
– Las funestas consecuencias de ser el tirador más rápido del mundo (Glenn Ford)
– Inocencia (Marilyn Monroe)
– Extravagancia (Cecil B. De Mille)
El subtítulo “Santa María ya no me acordaba”, es una expresión del brioso Tyrone Power en La marca del Zorro (1940), cuando le recuerdan un duelo en el que debía intervenir esa misma tarde. Michael Wood evoca esa frase porque sugiere la extravagancia amanerada que, según parece esperamos vehementemente en las películas de la época y también porque las palabras podrían ser el epígrafe para la siempre amable, pero firme actitud negativa del cine, respecto de la resolución de muchas de las importantes cuestiones sociales y morales que suscitó a pesar suyo.
Examinando muy de cerca (aunque siempre con afecto) las historias asombrosamente inverosímiles (y sus finales aún más inverosímiles) en los westerns, películas épicas y musicales, Michael Wood intenta comprender por qué teníamos necesidad de estas fantasías particulares precisamente entonces y pregunta de manera implícita hasta dónde nuestras mentes (y nuestras vidas), fueron determinadas “por esas películas gastadas y efímeras, ingenuamente asimiladas”.