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Como bien lo señala en palabras liminares el traductor de la presente obra, una vez más T. S. Eliot expone en ella, con sus variaciones, uno de sus temas predilectos: la expiación por los hijos del pecado de los padres.
Lord Claverton es un viejo hombre de Estado cuyos últimos años van transcurriendo en las alturas de una espectabilidad por todos reconocida, cuando la súbita aparición de dos personajes viene a turbar su retiro glorioso.
Un hombre y una mujer, partícipe ella, testigo él, de dos episodios en los que el anciano político fuera actor y culpable, resucitan con su sola presencia secretos de una juventud remota y que, aparentemente disueltos ya en el tiempo, amenazan de pronto con echar abajo la personalidad eminente forjada a través de los años.
El autor de Su hombre de confianza trata todas las derivaciones de esta situación con la jerarquía dramática y la hondura que le son características mostrándonos cómo, si bien a veces el Destino nos compensa con el regalo de reivindicaciones generosas que no esperábamos ya, otras, se cobra, cuando menos lo aguardamos, el precio de ciertas faltas que considerábamos definitivamente sepultadas en el pasado.
Como agudamente observa el traductor y prologuista, “en medio de su angustia, lord Claverton aprende cuán verdadera puede ser una de las características paradojas de Mr. Eliot: que sólo enfrentando mansamente a sus perseguidores, diabólicamente reminiscentes, puede por fin exorcizarlos y hallar la paz”.
El viejo estadista, que incorporamos aquí a nuestra Colección Teatro del mundo, ratifica en un todo los valores que han hecho de T. S. Eliot una figura relevante de la literatura inglesa contemporánea.