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Hacia la mitad del siglo XVIII los franceses empezaron a ocuparse de esta cuestión del “teatro popular”: las raíces ideológicas del problema, que está en el centro de la crisis estructural del teatro contemporáneo, se hunden, pues, en el grande y generoso terreno del Iluminismo.
Este problema, que alcanzó plena actualidad en los umbrales de nuestro siglo y que fuera replanteado por Romain Rolland -quien elaboró sus bases teóricas y propuso algunos modelos de ese teatro- encontró la primera respuesta concreta en la acción de Firmin Gémier, que condujo a la fundación, en 1920, del Théâtre National Populaire.
Luego de haberse eclipsado durante un tiempo, la sigla T.N.P. recobra nuevo vigor y alcanza una gran resonancia después de la Segunda Guerra Mundial, por obra de Jean Vilar, actor y director de aguda inteligencia, al par que organizador de excepcional dinamismo.
Morteo ha vuelto a recorrer el camino de la realización de esa “idea” y elucidado con minuciosa documentación todos los aspectos -tanto de organización como artísticos- del actual florecimiento de esa moderna institución teatral.