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“El rancho de Mulligan” se destaca por una originalidad que sorprende paso a paso a causa de la ironía y las situaciones absurdas. La sucesión de amores, preferencias, traiciones, cinismo, relaciones familiares alteradas, muertes y resurrecciones se apoya en los códigos del cómic, el cine y las series televisivas del pasado en un dinámico, ingenuo y atrevido juego escénico.
La obra revela una audacia creativa y una habilidad dramática sostenida, con la cual Alejandro Marino recorre los múltiples senderos que le imponen los personajes y las situaciones con soltura y mucho humor. Lejos de un texto limitado sus propias posibilidades, resulta un efectivo disparador de la inteligencia sin preconceptos y, por ende, de la puesta en escena y la actuación.