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Maestro indiscutible del cine, actor prodigioso de físico inolvidable, personaje de leyenda, Orson Welles es un genio, él mismo encarnación del séptimo arte.
Desde la infancia manifiesta un excepcional talento artístico subiendo al escenario, y es en la radio donde da sus primeros pasos como director: el día que América tembló al escuchar su adaptación de La guerra de los mundos, de H. G. Welles, de inefable realismo, resultó memorable.
Su carrera como realizador empezó a los veinticinco años, en 1940, con Ciudadano Kane, una obra maestra de la historia del cine tan innovadora como indiscutible.
A partir de ahí su carrera aparece sembrada de obstáculos, al molestar su estatura de artista barroco e impetuoso al sistema de los estudios. A pesar de incesantes proyectos ambiciosos, su obra sólo cuenta con doce largometrajes en más de treinta años (La dama de Shanghai, con Rita Hayworth, adaptaciones de obras de Shakespeare y de El proceso de Kafka…), a los que hay que añadir cuatro filmes inconclusos (entre ellos, su película testamento, The other side of the wind) y obras para la televisión.
En los años cincuenta, emigra a Europa, donde espera encontrar condiciones de producción más favorables, y se relaciona con los jóvenes críticos de la Nouvelle Vague, que ven en él el ejemplo riguroso de un autor que supo medirse con los poderes del dinero y los espejismos de los medios de comunciación, y que seguirá siendo una verdadera fuente de inspiración para futuras generaciones de cineastas.