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El circo, vinculado en sus orígenes al ejercicio ecuestre, tanto en el hipódromo griego cuanto en el circus latino, constituye en sus manifestaciones evolucionadas -si bien anteriores a la era cristiana- el recinto del espectáculo de la destreza física en el deporte; de la gracia en el ejercicio hípico, el baile y la música; de la expresividad en las pantomimas.
En sus arenas se lanzaron, al principio, carreras de caballos, de veloces carros. Ya en la época neroniana el circo era el espectáculo del pueblo donde a competencias entre camellos, perros, ciervos o leones, sucedían luchas de atletas y pugilistas, danzas, coros; o en instantes de histérica morbosidad, la exhibición de horribles agonías de esclavos, delincuentes o mártires cristianos.