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La actitud de John Arden al analizar las manifestaciones del poder es poner en cuestión, desde la perspectiva de unas reglas prácticas de convivencia social, las argucias propiamente políticas. En El burro del hospicio, lo que “funciona mal” de la pequeña comunidad es su ambiente opresivo, los prejuicios que sofocan las relaciones entre unos y otros, la mediocridad general. Sobre este tipo de insuficiencias se instalan entonces las formulaciones propiamente “políticas”. Paralelamente, El último adiós de John Armstrong pone en duda la eficacia y la moralidad de una medida política, la ejecución de Armstrong, el señor feudal que ofrece una actitud, quizá poco refinada, pero “auténtica” ante la existencia.