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En 1968, un grupo de artistas de vanguardia porteños y rosarinos protagonizó una serie de radicales acciones que explicitaron su ruptura con las instituciones artísticas modernizadoras y con las formas establecidas de concebir y practicar el arte.Al postular que sus realizaciones experimentales eran efectivas contribuciones al proceso revolucionario (cuya resolución vislumbraban inminente), estos artistas redefinieron también los modos consabidos de articular arte y política.
Cuando este libro se publicó por primera vez, en 2000, apostaba a intervenir en un incipiente espacio de luchas por definir el sentido y el impacto de aquella experiencia radical, apuntando al rescate de su condición de desafío sobre su tiempo y el nuestro. Ante la insistente (casi redundante) recuperación de estas experiencias -en particular “Tucumán Arde”- en la última década, resulta indiscutible hablar de su definitivo ingreso al canon. La tarea hoy ya no es reconstruir “Tucumán Arde” en tanto episodio olvidado o silenciado, reuniendo sus escasos restos materiales para devolverles alguna legibilidad, sino terciar en medio del clamor glamoroso para insistir en la condición radicalmente política de su herencia, que se resiste a quedar reducida a formas pacificadas, estilos renovados y clasificaciones tranquilizadoras, y que continúa obligándonos a preguntar -una y otra vez- por lo que aún no entendemos ni resignamos.
Escribió el artista y teórico español Marcelo Expósito: “No hay concesiones en este libro ejemplar. Sus autores hacen lo que muy poca historiografía del arte: asumir las coordenadas autorreflexivas y de crítica de los lenguajes que caracterizan a su caso de estudio, para volverlas hacia la propia trama narrativa. Atacan la manera en que la historia recupera experiencias periféricas como ‘Tucumán Arde’, categorizándolas como arte conceptual y/o político, para restituirle su riqueza, sus límites y contradicción en un relato no reducido a la unidimensionalidad de lo estético”.