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“…Bairoletto y Germinal hubieran estado en todos los escenarios de los teatros filodramáticos de las casas libertarias en las épocas de la dignidad y el coraje. Y al final el público de manos callosas y ojos alegres hubiera cantado: “Hijos del Pueblo”. Pero es la pieza ideal para presentar en los congresos de los académicos de la filosofía y la sociología, para mostrarles lo nuevo eternamente viejo. Y tendría que presentarse en todas las plazas públicas en tiempos de votos, candidatos y elecciones, allí donde los Doble Faz muestran la mezquindad de su oficio…”
Del prólogo de Osvaldo Bayer
Esta no es la historia de Juan Bautista Bairoletto, sino una de las historias de las que está preñada su leyenda. Una leyenda no es otra cosa que aquello que cada cual anhela para dibujar el propio periplo humano, ese manojo de sueños con el que sostenemos la existencia. Es así que esta pieza relata un breve momento en la vida del bandolero durante la década infame, época triste, donde el trabajo era nada más que una ilusión para millones de argentinos. Me inspiró un diálogo entre dos paisanos del interior neuquino oído al paso, en una terminal de colectivos. Era casi el amanecer y creo que iban para Junín de los Andes. Pocas veces escuché compartir, hechas nudos de recuerdos, tanta desolación y tanta pena. A esos dos trabajadores y porque otro amanecer venga, les dedico esta obra.
Alejandro Finzi
Neuquén, mayo de 1995