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De todo era sabido: Kubrick era un misántropo. Se negaba a volar y a circular a más de cuarenta kilómetros por hora. Procuraba en lo posible que no se le tomaran fotografías y vivía aterrorizado con la idea de ser asesinado. Ejercía relaciones de poder con todos aquellos que se cruzaban en su camino. Como cineasta estaba obsesionado con la perfección. Insistía en tener el control absoluto de todos y cada uno de los aspectos del proceso. Escenas sencillas requerían más de cien tomas. No es extraño que solo hiciera seis películas en los últimos treinta y cinco años.