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Sin duda La traviata es la ópera que ocupa el lugar central en la producción verdiana, no en un sentido cronológico, sino porque es la obra en la que el compositor llega a su más gloriosa plenitud. Es, también, la ópera en la que por primera vez nos refleja la palpitación de amor y dolor de una persona común, no ennoblecida por títulos ni distinciones sociales.
Con esta ópera, Verdi rompía con la ley no escrita que suponía que las heroínas tenían que pertenecer a la nobleza y morir de un modo adecuado a su rango. Nada de esto ocurría en La traviata: la heroína moría de tisis, la terrible enfermedad del siglo XIX cuyo nombre se procuraba evitar, como si llevara consigo ya la posibilidad del contagio.