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Witold Gombrowicz nació en 1904 en Maloszyce Opatowa, Polonia, hijo de un noble terrateniente e industrial. Alumno de escuelas católicas en Varsovia, estudió derecho. Más tarde ingresó al Institut des Hautes Etudes Internationales en París, para luego retornar a la capital polaca y comenzó allí su período de pasante de abogado a la par de querer “ser un literato, pero no demasiado”. En aquella ciudad y en 1933, aparece su primera obra, un volumen de cuentos: “Memorial del tiempo de la inmadurez”. Se une a la revista “Skamander”, perteneciendo con Bruno Schulz, Adolf Rudnicki, Stanislas Ignace Witkiewicz y otros, a la vanguardia polaca de pre-guerra. Dos años después, su comedia Yvonne, princesa de Borgoña aparece en esa publicación y, en 1937, su novela inicial “Ferdydurke” ve la luz.
Todas estas obras -sobre todo “Ferdydurke”- le procuran un grupo de admiradores. “¿Catolicismo? ¿Yo, un incrédulo? ¿Comunismo o fascismo? ¿Yo, un incrédulo?” dirá en una de sus primeras declaraciones a la prensa mucho antes de descubrirse el absurdo.
En 1939 es invitado a tomar parte en el primer viaje a Buenos Aires de un nuevo transatlántico polaco. Debía regresar tras pasar dos semanas en Argentina pero estalla la guerra, las comunicaciones se interrumpen y Gombrowicz permanece en nuestro país. No queriendo volver a su patria bajo el régimen comunista, prolonga esa estadía en tierras locales hasta 1963. En ese sentido “Diario argentino” es prueba de un enraizado poder de observación hacia un país que quiso entrañablemente.