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“X camina hasta A, le dice algo al oído, luego mira a los otros y finalmente elige entre ocupar el lugar de A en la silla o ir a ocupar una posición similar en forma y espacio a la que ocupa alguno de los otros. No la misma, ni en forma ni en espacio, pero sí parecida: algo le cambia a eso que encuentra. En ese caso, el “relevado” se convierte en el nuevo “X”, que irá hasta A, le dirá algo… y elegirá entre… etc.”
Especie
Sebastián Huber escribe la acción como toca la escritura la irreparable división de la palabra con lo ausente. Escritas para ser acción, “48 entre 11 y 12. Conmoriencia”, “Viento”, “El gesto múltiple” y “Especie” extrañaba la regularidad de los hábitos, interpelan los afectos neutralizados, exacerban la repetición hasta que se anula, astillan lo oportuno, enervan al espectador.
Los textos electrizan los cuerpos que entran en la trama. No hay opción: tendrán que escuchar. Todos tendrán que escuchar lo que, por cierto, ya sabían, y esa es la única escapatoria pues no se disputan la verdad de lo dicho sino el recuerdo constante de que por la voz se mueve el sentido. El trabajo en el espacio es reacción al sonido, aún al silencio, porque la nada suena. las huellas del tiempo son nimias pues los muertos están presentes. Todo es un ahora que se toca en su límite porque alguien habla. Las materialidades, en síntesis, se revelan impertinentes, de tal modo que nadie podría recrearlas por ni para sí mismo. El lugar de lo huido es, en estas cuatro obras, ansiosa oportunidad escénica para que algo impensado acontezca.
Luciana Irene Sastre