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Cineasta armenio de ensayos fílmicos, Artavazd Peleshyán (noviembre 22, 1938, Leninakan) tiene un claro valor para la historia del cine de arte, y de la teoría cinematográfica. Reconocido por el desarrollo de lo que él mismo llama montaje a distancia, el cual trabajo sobre una reconstrucción de planos que, a intervalos, son enmarcados por sujetos cinematográficos centrales de los que se derivan vectores de significación por vía directa, derivada, o incluso circular. Conocido también por la utilización de material de archivo y el trabajo del lenguaje sonoro, como nos señala Francois Niney en el texto introductorio a esta obra: “Peleshyán se pretende legítimamente el heredero de Vertov, en cuanto al cine no actuado y de montaje a intervalos, pero repensando a la luz de la banda sonora y musical. Es hoy uno de los pocos que realiza documentales que son fragmentos de mundo, como se dice en los fragmentos de música. Si es nuestro contemporáneo, sus películas se inscriben en el linaje de los innovadores del montaje mudo, de los experimentadores del cine en tanto música para los ojos”.
Peleshyán cuenta entre sus trabajos El inicio (Nachalo, 1967), ensayo sobre la Revolución de Octubre de 1917, Nosotros (Miy, 1967), narración poética sobre la historia de Armenia; Habitantes (Obitatieli, 1970), sobre la relación de los humanos con la vida animal; temática que profundiza en La estaciones (Vriémina godá, 1975), Nuestro siglo (Nach viek, 1983); en colaboración con Mijaíl Vartánov filmó Otoño pastoral (Osienniaia pastoral, 1972). Posteriormente realizó Vida (Zhizn, 1993) y El final (Koniéts, 1994).