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A finales del siglo pasado, con la llegada del montaje y la puesta en escena, se abre la era del teatro moderno. Comienza la gran transformación de las relaciones entre el texto la escena, el público y la realidad. A partir de entonces el teatro ha sido motivo de diversas tomas de posturas y semillero de las más encontrados interpretaciones. Hoy, algunos denuncian todo espectáculo como una traición a la realidad en provecho de la ideología burguesa dominante; para otros, la actividad teatral es un acto de liberación colectiva y un medio de intervención revolucionaria. Más que nunca, el teatro se interroga sobre sí mismo y sobre su relación con la realidad.
Bernard Dort analiza las principales realizaciones teatrales actuales: naturalismo, teatro del absurdo, teatro épico, histórico, reportaje y provocación, en un intento de aclarar los puntos esenciales en que se basaría un teatro de hoy. En palabras suyas, la cuestión se plantea así: “La escena ya no es el lugar en el que se dice y se muestra una verdad humanista y simbólica válida para todos… Ahora se trata de arraigar la actividad teatral en nuestra sociedad, y no de reflejar el mundo actual en el espejo estrecho de la escena. En vez de ser los templos de una verdad histórica o estética, nuestros teatros deben convertirse, bajo pena de esclerosis, en laboratorios donde autores, directores, actores y espectadores puedan confrontar libremente sus experiencias y su representación de la realidad”.