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De teatro montuno podemos calificar la producción dramática del camagüeyano Rómulo Loredo. La acción de todas esas obras transcurre en predios rurales, y los intérpretes, en su mayoría, son campesinos de otras épocas, en que el oscurantismo y la ignorancia campeaban por las mentes de los olvidados, burlados y maltrechos hombres y mujeres de tierra adentro.
Dentro del teatro cubano, nuestro guajiro fue tratado de distintos modos. Ya el poeta Heredia lo presenta en la segunda década del siglo pasado, en una breve pieza teatral, como el hombre ignorante y acosado por realidades negativas, y ese “campesino espantado” no puede ni sabe a qué atenerse.
Anteriormente, Covarrubias (precursor de nuestro teatro) lo había utilizado entre los personajes populares de la sociedad clasista de entonces, y aunque no conocemos ninguno de los libretos del habanero que trocó el bisturí y el vendaje por la candileja y la parrilla, bastan algunos títulos de esos gustados “juguetes” para suponer su argumento: Un guajiro sofocado, El peón de tierra adentro, La valla de gallos, etcétera.