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El teatro alemán del siglo XX, que continuó la tradición del siglo anterior, renovándola, ha dado autores y obras que marcaron rumbos en la dramática mundial. Diversas tendencias, naturalismo, realismo, expresionismo, etc., tuvieron honda repercusión en el teatro que llegó a ser, así, un espejo vivo de los problemas fundamentales que ocupan al hombre de nuestro siglo. Todos los dramaturgos, en mayor o menor medida, reflejaron la preocupación por descubrir la naturaleza profunda del hombre y su relación con el mundo en que vive. El destino del ser humano, ése es el tema esencial del teatro alemán de nuestra época.
Ilse Brugger, conocedora inteligente de la literatura alemana en general, y del teatro en particular, ha sabido iluminar a la luz de la crítica las múltiples facetas de este teatro y revelar sus variadas riquezas.
Tras un período de doce años en el que todos los valores fueron negados y avasallados, en que la intelectualidad más auténtica de Alemania fue exterminada o tuvo que emprender el penoso camino del exilio, la cultura alemana comienza a renacer de sus propias cenizas. El teatro no ha escapado a ese destino.
“Siempre se ha considerado al teatro como símbolo del mundo y de la vida mismos y hemos visto que este concepto pervive también en un autor como Dürenmatt. Pero cuando hacemos esta comparación se nos explica aún el panorama no del todo satisfactorio que ofrece el teatro actual: pues también es un lugar que ha de reflejar la honda perturbación del momento, la falta de seguridad sentida por vastos círculos de la humanidad, y la destrucción general cuyo signo externo fueron las ciudades en ruinas. Pero el teatro volvió a dar señales de vida, a pesar de todo. Esperemos que este primer despertar de la voluntad de sobrevivir logre traducirse en obras de teatro que sepan transformar en esperanza y fe positiva la ansiosa búsqueda del hombre moderno por encontrar el sentido último de su actuación en el gran teatro del mundo“.