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El precio que suele cobrarles la poesía a sus oficiantes mayores es inconmensurable. Ríos y ríos de sangre han sido el precio de que un poema exista, incontables cadáveres alimentan La Ilíada, infinitos asesinatos, holocaustos, lágrimas, pérdidas, son el abono oscuro de la poesía. Nadie que escriba bien se salvará de esta condena.
Ernesto Carrion pagó el dolor infinito que solo los grandes pagan y este poema a su padre asesinado, Revoluciones cubanas en Marte, es uno de los grandes poemas de los días convulsos en que vivimos, de la época convulsa en que vivimos, de la historia en que condenados a la poesía, nacemos, matamos, vemos morir a los nuestros y morimos.
Raúl Zurita